viernes, 6 de noviembre de 2009

Ensayo


Cómo elaborar una Pastoral Bíblica en las parroquias

por Ricardo Aguilar Hernández
Licenciado en Teología Bíblica


Hace unos días leín un artículo del padre chihuahuense Camilo Daniel Pérez, intitulado “Características de una lectura pastoral, popular y cristiana de la Biblia” y me pareció muy interesante su aportación. Sin duda, el gran sacerdote promotor de los derechos humanos tiene una agudísima visión de pastoral bíblica.


Siguiendo la línea de tal escrito, considero que a estas alturas de la situación social de México y, dado el gran divorcio entre fe y vida que se da en muchos miembros de nuestras comunidades parroquiales, no está demás dar una aportación al respecto de cómo pienso que se podrían reorganizar las estructuras y contenidos de una pastoral bíblica actualizada. Lo hago a manera de ensayo en tres secciones. Este ensayo presenta algunas sugerencias para crear una pastoral bíblica significativa en las parroquias.


El ensayo comprende tres secciones:


1. Fundamentos generales de la Pastoral Bíblica.
2. Modos de trabajo de la Pastoral Bíblica.
3. Propuesta para una relectura que reprograme el pensamiento y la vida emocional de los lectores de la Palabra.

1. Fundamentos Generales

Primero que nada, considero que cada sacerdote debe que tener claro el objetivo de una pastoral bíblica: Proporcionar a los fieles cristianos la enorme riqueza de la Palabra de Dios contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia.

Tomando los elementos del método prospectivo, vale la pena partir de nuestra situación actual y eso surge del estudio de los hechos. Notamos cómo la mayoría de nuestras comunidades viven al margen de la Palabra de Dios, pero la Sagrada Escritura es patrimonio de todo el pueblo de Dios, por lo que precisa devolverle al pueblo lo que le pertenece: La Palabra de Vida.

La Escritura Sacra no es instrumento de consolación en los pesares ni de erudición de los estudiosos, sino un instrumento eficaz de evangelización y de liberación de los criterios mundanos, para poder vivir unidos al proyecto de Dios: ser familia con Él.

Como hizo Jesús en su tiempo, es fundamental para la vida de la Iglesia, devolver la Palabra de Dios al pueblo. Se trata de hacerla accesible a todos, también mediante parábolas, comparaciones y ejemplos sencillos tomados de la vida cotidiana y que permitan a la gente comprender mejor el mensaje bíblico.

Cuando una persona de una comunidad toma la Biblia y la interpreta desde el Espíritu en que fue escrita, ilumina su vida personal y aporta una luz más penetrante para quienes viven condiciones semejantes a la de ella. Esto es motivo de gran alegría porque vemos cómo se realiza la interpretación de la Biblia desde la misma Iglesia.

Con la Biblia interpretada desde el pueblo, se iluminan nuestros criterios de juicio, nuestros valores y nuestros ambiente, de modo que detectamos con facilidad los modelos de vida contrarios a la Palabra de Dios y al proyecto salvífico de Dios en Cristo (Cfr. EN 19).

Con el Evangelio transformemos la cultura del pueblo. El objetivo final es estar familiarizados con la Escritura, lograr la unión plena entre fe y vida. Para ello, se requiere un compromiso eficaz para hacer presentes los valores y criterios del Reino, así como defender los derechos humanos y suscitar el cambio de mentalidad para que las personas sean más productivas y no pierdan tanto tiempo quejándose de las condiciones sociales y económicas. Es cierto que hay mucha injusticia en el mundo de la economía, de la política y de lo social, pero quejarnos de todo no soluciona nada.

Tenemos estudios de sobra que nos permiten ver la magnitud de la crisis económica, de la reducción del gasto social, del retiro de subsidios, de los bajos salarios, etc. Todos sabemos sobre la impunidad de funcionarios públicos, de los narcos, etc. Todos somos conscientes de la inseguridad social, tan global. Pero seguir rasgándonos las vestiduras no hará sino aumentar la sensación de impotencia ante tanta injusticia. Hemos de trabajar ya.

Dios ama a cada persona como si fuera lo único de la creación, pero nos ama en comunidad también. En la Palabra de Dios, Él se muestra como defensor de los débiles, de las viudas y de los huérfanos. En el Nuevo Testamento, Jesucristo es la presencia misma de Dios, que se manifiesta solidario con cada persona y al reprogramarla en su interior, la hace promotora de la vida, del respeto y de la transformación social. Esto es lo que habría que impulsar en el pueblo que para que interprete la Escritura.

El primer paso es escuchar la Palabra, dentro de nuestro contexto, pero con fidelidad metodológica, para comprender lo que el Espíritu quiere decir a las iglesias locales. En la ecucha de la Palabra, podremos tener la continua experiencia de Jesús, Palabra Encarnada.

Experimentemos al Señor como amigo y compañero de camino en la vida, leamos la Escritura con un enfoque liberador, dejemos que Dios reprograme nuestras mentes, nuestros sentimientos, que logre en nosotros la superación de criterios mundanos y forjemos otros más humanos y solidarios. Proclamemos la Palabra en armonía con la intención de la tradición de la Iglesia: iluminar la vida de los fieles, que son la Iglesia.

No hay nada más emocionante que captar y experimentar la novedad de la vida de Cristo en nuestra vida presente, así como el comunicarla a otros para colaborar en la transformación social. Eso es luchar por el Reino, por hacerlo tangible en el presente, que es lo único que tenemos. La Palabra de Dios reprograma nuestra mente, nuestras emociones y acciones, revoluciona nuestras costumbres, da cohesión y novedad a nuestra vida desde Dios. Leamos nuestra condición personal, comunitaria y nacional desde la perspectiva de Aquel a quien pertenece la Historia, pues ante Dios, el presente, pasado y futuro están unidos. El tiempo es para él, un eterno presente.

Una parte fundamental en el camino de la conversión es la toma de conciencia de que Dios conoce de antemano todos nuestros pecados y todas nuestras limitaciones y, no obstante, nos confía sus misterios, su Vida, su Palabra, su proyecto de salvación, de conformar una familia en torno a Su Amor.

Actitudes que hemos de suscitar en el pueblo
para leer y encarnar la Palabra de Dios.

Lo esencial de leer la Biblia en comunidad no es llegar a ser expertos en exégesis, sino en gozar de los beneficios de la vida que ésta produce. Ahí descubrimos cómo la Palabra de Dios da vida en abundancia a quien la medita, pero lo hace durante el proceso de meditarla, no como resultado de un esfuerzo exigente.

Para que los lectores saquen provecho de la Palabra, es necesario que primero vean sus vidas con agradecimiento, que vean cúanto ama Dios la vida de cada uno y cómo incluso los momentos duros forman parte del hermoso mosaico que es la vida. Nuestra vida es un proceso y hay que tomarla como tal. La Palabra de Dios nos transforma, pero con un ritmo. Leyendo la Biblia de cara a la vida nos permite encarnarla, hacerla vida en acciones de amor, de justicia, de convivencia humana y de solidaridad, aun cuando haya tantos conflictos sociales e inseguridad. La Palabra de Dios nos lleva a amar la vida, a darle dinamismo, como Jesús lo hizo.

Lo importante no es pretender lograr todas nuestras metas desde un enfoque espiritual, sino gozar del proceso. Darnos cuenta de las personas en que nos convertimos cuando vivimos nuestros procesos desde Dios, desde su Palabra.

La Palabra de Dios es el tesoro que Él depositó en las manos de su Iglesia, de sus creyentes. Todos somos intérpretes de la Biblia y la eficacia de nuestra interpretación depende completamente de nuestra actitud humilde ante el Espíritu Santo, autor divino de la Escritura. Al dejar de aferrarnos a las cosas y a los criterios de este mundo, nos capacitamos para escuchar e interpretar la Palabra divina y así, generar cambios en nuestra existencia. Sólo entonces podremos interpretar la Escritura desde el Espíritu que la inspiró, valiéndonos incluso de la analogía de la fe (Rom 12,6), que es la “cohesión de las verdades de la fe entre sí y en el proyecto total de la revelación” DV 12).

Todos los fieles pueden comprender la verdad revelada y transmitirla, pero la eficacia de tales acciones dependerá de la relación íntima que los fieles tengan con Dios. El pueblo tiene una gran intuición y goza de este “sentido de la fe”, que no puede ser menospreciado por parte de biblistas o sacerdotes que se sientan más eruditos por los estudios teológicos que realizaron. El pueblo, guiado por el Espíritu Santo y por el Magisterio de la Iglesia, puede comprender el mensaje liberador de la Palabra divina. Toda persona que lea la Biblia es lector implícito de la misma y podrá intuir con la fe, el mensaje salvífico y liberador que Dios le propone.

Busquemos hacer en nuestras comunidades verdaderos Oyentes de la Palabra, que estén atentos a la percepción de la fe, abiertos a lo que intuyan que viene de Dios.

La lectura comunitaria de la Escritura Sacra es el espacio para la auténtica lectura católica de la Palabra de Dios, pues la Biblia ha de leerse en comunidad, con el alma del pueblo, con apertura y sentido de comunidad. Además, la Palabra de Dios está contenida en el texto sagrado y en la Tradición viva de la Iglesia. Esta Tradición es básica para comprender la Escritura en su propio contexto originario y teológico. La Tradición será el espacio vital de interpretación del texto sagrado. La Tradición es el testimonio de la vida cristiana, de la vivencia litúrgica y sacramental, de la enseñanza del Magisterio eclesiástico, durante ya dos milenios. Explicar la Biblia sólo será posible desde la experiencia de Dios en nuestra vida personal y comunitaria, no desde los instrumentos exegéticos del mundo árido de la erudición. Procuremos enseñar a los fieles a leer la Escritura en continuidad histórica con todos los santos y con los Padres de la Iglesia, que escucharon y anunciaron al Dios vivo y verdadero en su tiempo histórico.

Demos una ayudadita práctica a todo esto:
Fundemos las premisas para una lectura comunitaria y fiel de la Palabra:

1. La Biblia se escribió en contextos comunitarios, en los que los escritores y su pueblo tomaron conciencia de ser “pueblo de Dios”. Eso nos permite comprender por qué en la Biblia aparecen varias alianzas (con Moisés, Josué, David, Cristo). Quienes detrás de las palabras de la Biblia tuvieron esas experiencias impactantes del Dios que dio unidad al pueblo, nos legaron una confesión: Yahvé lo sacó de la tierra de servidumbre, los liberó y los constituyó en “pueblo de su propiedad”. La finalidad de la liberación del pueblo fue doble: para que le rindiera culto a Dios y para que éste les diera una tierra, prometida ya a los patriarcas. Esta lectura nos permite descubrir cómo la Escritura es testimonio desde el enfoque de los pobres y marginados que ahora gozan de un status nuevo de “Pueblo de Dios”. La Biblia es el patrimonio de todo el pueblo en cuanto se siente constituido por su Señor.


2. Leer la Biblia no es un acto de investigación antropológica del pasado, sino el modo de iluminar nuestro presente en el mundo. La Palabra de Dios nos da identidad como Pueblo y nos coloca en continuidad con la tradición de un pueblo que se sabe “escogido por Dios”. Sólo así comprendemos el lenguaje histórico, mítico o simbólico de la Escritura en sus diversos libros. El lenguaje de la Biblia nos impulsa a inculturar su mensaje en el hoy. Lo importante es que la gente capte la verdad liberadora de la Palabra, su vitalidad y su forma de darle sentido pleno a nuestra peregrinación por este mundo.


3. La Dei Verbum nos recuerda que la Biblia ha de ser interpretada con el mismo Espíritu con que fue escrita. El objetivo de una interpretación no es sólo comprender nocionalmente, sino interiorizar y hacer vida el mensaje. De ahí la importancia de implorar la presencia y asistencia del Espíritu Santo y tener en cuenta algunos criterios de discernimiento que nos permitan hacer una lectura guiada por el Espíritu de Dios:


3.1. Todo texto bíblico nos conduce al encuentro con el Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Lo experimentamos como un Dios liberador, solidario y defensor de los necesitados a través de hechos históricamente comprobables. Este Dios supera toda idolatría, pues las idolatrías oprimen al hombre, lo enajenan y destruyen su humanidad.


3.2. Leer la Biblia con el Espíritu que la escribió nos lleva a actuar, a adquirir compromisos de Vida Eterna con Dios y con el pueblo. Se trata de vivir según el Espíritu de Dios, liberándose de los criterios mundanos. Todo personaje lleno del Espíritu de Dios en la Biblia, fue comprometido con el pueblo, luchando por liberarlo de modos concretos de opresión. El hombre y la mujer de Dios, comparten la vida, la fe y las defienden junto con el pueblo. Por ejemplo:


Moisés y los 70 ancianos (Num 11, 24-25).
Josué (Num 27,18).
Los jueces (Jue 3,10; 6,34).
Los profetas (Is 61,1-2).
Saúl (1Sam 10,1).
David (1Sam 16,13).
Los discípulos (Jn 20,22).


Todos ellos vivieron según el Espíritu, compartiendo los sentimientos de Dios, las actitudes y opciones de Jesús (Lc 4,18-21). San Pablo recomienda vivir según el Espíritu (Rom 8,4.9.14; Gal 5,16-25). La lectura meditada de la Escritura nos permite vivir la vida de hijos de Dios, en santidad y justicia en la presencia del Padre, todos nuestros días (Lc 1,74-75). Quien se adentra a esto, automáticamente va dejando atrás la vida según el mundo.

Cómo leer pastoral y comunitariamente la Biblia?


1. Introducir el texto al corazón de la gente.


Este paso está fundamentado por la exégesis católica, pues los exegetas tienen como tarea, estudiar y explicar la Palabra de Dios para ofrecernos sus riquezas y ponerlas a disposición de los pastores y de los fieles. Todo sacerdote que ama al pueblo, le alimenta su fe al participarles, en lenguaje sencillo, los resultados de las investigaciones de los exegetas, que permiten sacarle jugo a la riqueza contenida en la Palabra de Dios. Es fundamental que los sacerdotes estén actualizados en los resultados de la investigación científica de la Biblia. La exégesis científica ayuda a captar las etapas y relecturas de la Biblia.

2. Hacer que la Escritura ilumine el camino del pueblo.


Una vez que la gente sintoniza con el texto y se siente familiarizada con él, siente empatía. El texto bíblico forma parte de la historia de las personas y las orienta para identificarse, promoverse y tomar conciencia de ser pueblo de Dios. En la lectura meditada de la Palabra de Dios, las personas releen sus vidas y perciben en la Palabra una iluminación eficaz para descubrir el sentido de su existencia.

3. Inducir la Escritura por la fe.


Hemos de partir de una certeza: Dios está con nosotros, por amor. Así como condujo a su pueblo en el pasado, lo sigue haciendo hoy. Esta es la meta-intuición que está detrás de toda lectura de la Palabra.. Así como Dios estuvo allí, mediante la Palabra el lector toma conciencia de la presencia de Dios en la vida presente. Esto le da sentido y esperanza a su vida, que viene contemplada dentro de la gran historia de salvación. Dios sigue dinamizando la vida del lector creyente. Dios actúa en la vida de cada uno, hoy. La gente busca en la Palabra al Dios que se manifiesta en ella. El texto bíblico ilumina los corazones de quienes buscan al Señor y les permite percibirlo, experimentarlo y degustarlo, sumergiéndose en la presencia amorosa de Dios.

4. Experimentar el mensaje bíblico como presencia de salvación para todos.


En los relatos de la Biblia se nos da un sentido de salvación. Cada vez que los leemos, nos dan nuevo significado a lo que vivimos en el presente. Este nuevo significado surge del texto que nos ilumina y que crea una continuidad de la intención divina de hacernos a todos familiares suyos. Los relatos bíblicos son, junto con nuestras historias personales, gotas del gran río de la historia humana a los ojos de Dios. Este río es el único pueblo de Dios, a lo largo de los milenios. Desde la fe, cada uno y todo el pueblo, puede releer su vida como memorial de la presencia salvífica de Dios en medio del mundo.

5. Descubrir el mensaje de la Palabra como Creadora de Libertad.


Por todo lo anterior, el texto bíblico es descubierto por el mismo pueblo, como creador de libertad en las circunstancias mismas que vive la gente: situaciones de pobreza, marginación, etc., y les infunde esperanzas y anhelo de la gracia del amor divino que nos libera de toda opresión.

Son muchas las aproximaciones que pueden ayudar a este propósito: aproximaciones desde las ciencias sociales, desde la psicología social, desde la antrpología cultural, desde los métodos exegéticos de la pragmalingüística, la retórica y la semiótica. Sin embargo, tales metodologías son presentadas en las aportaciones de los exegetas y han de ser estudiadas por los pastores para tomar de ellas elementos necesarios para introducir a los fieles en el conocimiento del sentido literal de los textos bíblicos y así, evitar lecturas parciales.

Cuando hay fidelidad en el trabajo por conocer el sentido literal de un texto bíblico, habrá fidelidad en el intento de actualizar el sentido de la Palabra para el hombre del aquí y ahora.

Continuará…

Bibliografía

Constitición Dei Verbum del Conciclio Ecuménico Vaticano II.
Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, Pablo VI, 1975.
Camilo Daniel Pérez, “Características de una lectura pastoral, popular y Cristiana de la Biblia”.