sábado, 15 de enero de 2011

Imágenes alusivas al artículo

Por: Lic. Ricardo Aguilar Hernández

Imágenes de la relación entre Cupido y Psyche. Representaciones basadas en la historia de Gen 6,1-4



  






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Estatuillas sumerias que hacen alusión a extraños seres celestiales que descendieron a la tierra supuestamente hace unos 450 mil años, según 5000 tablillas sumerias conservadas en distintos museos de Nueva York y Europa. Esos seres fueron llamados Annunaki, siervos del dios de los cielos, Annu, aunque de ellos no se dice que se hayan unido a mujeres, no obstante se dice que realizaron híbridos para esclavizarlos y hacer de ellos mineros para extraer metales para los Annunaki.




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Fotos de supuestas excavaciones donde desentierran esqueletos de gigantes "Nefilím".


 



Foto del ya difunto Zacarías Sitchin.

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Imagen del inicio de la escena íntima entre un avatar (híbrido) y una fémina nativa de Pandora. La historia contada es la misma que la relatada en Gen 6,1-4, pero versión hollywoodense del siglo XXI d.C.



viernes, 14 de enero de 2011

El relato de Gn 6,1-4. ¿Extraterrestres se unieron a mujeres humanas?

El relato de Gn 6,1-4. ¿Extraterrestres se unieron a mujeres humanas?
Por Lic. Ricardo Aguilar Hernández
Licenciado en Teología Bíblica por la Universidad Pontificia de México.

¿Qué dice la Biblia?


Para comprender con justicia lo que dicen los vv. 1-4, es necesario leer el contexto general. Los versículos en cuestión vienen precedidos por la genealogía que llega hasta Noé, quien vivió muchos siglos (que significa una gran abundancia de bendiciones).

El relato de Génesis 6, 1-4 dice así:

1 Cuando los hombres comenzaron a poblar la tierra y tuvieron hijas,
2 los hijos de Dios vieron que estas mujeres eran hermosas. Entonces escogieron entre todas ellas y se casaron con las que quisieron.
3 Pero el Señor dijo: “no voy a dejar que el hombre viva para siempre, porque él no es más que carne. Así que vivirá solamente ciento veinte años”.
4 Los gigantes aparecieron en la tierra cunado los hijos de Dios se unieron con las hijas de los hombres para tener hijos con ellas, y también después. Ellos fueron los famosos héroes de los tiempos antiguos.


Y luego, los versículos 5-7 dicen:

5 El Señor vio que era demasiada la maldad del hombre en la tierra y que éste siempre estaba pensando en hacer lo malo,
6 y le pesó haber hecho al hombre. Con mucho dolor
7 dijo: “Voy a borrar de la tierra al hombre que he creado, y también a todos los animales domésticos, y a los que se arrastran y a las aves. ¡Me pesa haberlos hecho!”

Finalmente, el autor añade: Sin embargo, el Señor miraba a Nosé con buenos ojos (v.8).


Posteriormente, el v. 9 comienza con la historia de Noé.

Planteamiento del problema:


¿Qué interpretan algunos?


Algunos supuestos estudiosos, como Zacarías Sitchin y Erick van Daniken, interpretan los versículos 1-4 como un testimonio de que en la antigüedad vinieron extraterrestres y se unieron a mujeres humanas para tener hijos, pues las vieron muy atractivas. Y argumentan que, como la Biblia no se puede equivocar, debió haber sucedido así, pero como los autores humanos que escribieron los textos interpretaban a los extraterrestres y sus naves como ángeles o hijos de Dios, elaboraron así el relato. Además, esos autores creen que la Biblia testifica que alguna vez existieron gigantes en la tierra. Sitchin incluso llegó a publicar fotografías (falsas por cierto) donde él desentierra un esqueleto de un gigante.


Pero de cualquier modo, queda una pregunta: ¿cómo interpretar ese relato?


Para empezar, los vv. 1-4 son un relato mítico que pretende explicar de algún modo, el origen del mal a nivel social y la gravedad de dicho mal. Es un preámbulo a la constatación de la corrupción social del hombre y explicar, de un modo, que tal corrupción contaminó todo lo creado y por ello Dios tuvo que hacer un “barrido” de esas especies.


Comúnmente, el texto viene atribuído a una tradición Yahvista, por su estilo y vocabulario típicos. Muy probablemente, el v. 3, que no encaja directamente con el relato, es un añadido de la tradición sacerdotal, pues el número de años de vida de alguien es particular de la tradición sacerdotal, que está detrás de Gen 5.


El autor del relato yahvista indica que la unión ilegítima y escandalosa de los “hijos de Dios” con las hijas de los hombres, sucedió cuando la humanidad ya se estaba multiplicando. Eso quiere decir que los primeros grupos humanos no eran tan corruptos, sino solo cuando las sociedades fueron creciendo y expandiéndose a otros territorios.


También el autor del relato está admirado de la belleza de las mujeres y atribuye a esa cualidad la idea de que los hijos de Dios (ángeles, en el pensamiento yahvista), quedaron enamorados de ellas. Pero, ¿quiénes son esos hijos de Dios?


Algunos exégetas consideran que se tratan de seres divinos o semidivinos, que son los ángeles; para otros exégetas podrían ser simplemente hombres, descendientes de Set, o quizá incluso reyes y potentados que hayan existido entonces. Sin embargo, el pensamiento yahvista parece identificar a los “hijos de Dios” con ángeles. Algunos manuscritos de la Biblia Griega LXX, les llaman de hecho “angeloi tou theou” (ángeles de Dios), otros manuscritos de la misma Biblia pusieron literalmente; “huioi tou Theou” (hijos de Dios).


En consonancia con Job 1, 6; 2,1; 38,7 y Sal 29,1; 89,7, los “hijos de Dios” deben ser ángeles, miembros de la corte celestial, servidores de Dios, que ejecutan sus órdenes. Lo curioso es que también entre ellos y como parte de ellos, está el Satán (Job 1,6 y 2,1). En esa mentalidad antigua, se creía que los ángeles se manifestaban en coro como estrellas de la mañana, para rendirle gloria a Yahvé. Sin embargo, sigue llamando la atención el nombre “hijos de Dios” en la biblia hebrea. Quizá los traductores de algunos manuscritos de la LXX pusieron “ángeles de Dios” para evitar una idea politeísta del texto hebreo.


Bené ha Elohím (Los hijos de Dios / Los hijos de los dioses)


“Los hijos de Dios” es una expresión de origen ugarítico antiguo pero no estrictamente comprendida en sentido biológico, sino de pertenencia a un grupo. Son seres que, a juicio del autor del relato, pertenecen al mundo divino. La traducción puede ser “hijos de Dios” o, más precisamente, “hijos de los dioses”. Por su parte, los “hijos de Adán”, no son hijos carnales de Adán, sino simplemente humanos. Se dice “hijos de” para hablar de un grupo de seres con una característica común entre ellos.

Por tanto, el relato habla de dioses, no de ángeles, pero el autor yahvista quiso conservar la expresión como la recibió, probablemente la frase ugarítica “bn ‘il” que significa lo mismo “hijos de los dioses”, pero el sentido que el yahvista le da a esa frase es un intento de desmitologización para insertarla en su mentalidad y finalidad monoteísta. Recordemos que “Elohím” es usado por los hebreos para hablar de “Dios” o bien, de “dioses”, pues morfológicamente la terminación “ím” es la de un dual masculino (no singular).


Mencionar que dioses se unieron a mujeres para tener hijos es algo común en muchas religiones antiguas. El objetivo de tales relatos es siempre explicar el misterioso origen de personajes célebres y excepcionales: filósofos, héroes, monstruos o demonios.



En el caso de nuestro relato, el objetivo no es hablar de la caída de los ángeles, ni de la caída de los hombres solamente, sino de cómo se corrompió el corazón de los grupos sociales y cómo éstos generaron más males que bienes, de un modo siempre creciente, al grado de decepcionar a Dios de haberlos creado. También es objetivo del texto hablar del origen de los nefilím (gigantes), pues siguen siendo mencionados en otros momentos en el AT, como en Num 13,33, identificados con los hijos de Anac. Pero como el autor aquí no se detiene a hablar más de los nefilím, no nos meteremos aquí a indagar ese punto.



Los versículos 4-6 tienen una finalidad primera: hablar del origen de los gigantes. Pero no interesa al autor hablar de la “caída” de los ángeles, ni de los hombres. Aunque la expresión “hijos de Elohím” (hijos de Dios) es de origen ugarítico, el relato parece de origen cananeo pero su contexto original se perdió. El autor yahvista lo introdujo en Génesis por razones no claras, pero el contexto anterior y posterior de la redacción final parecen dar la clave:



En el capítulo 5 (de tradición sacerdotal) los hombres vivían mucho tiempo, siglos literalmente (símbolo de la plenitud de bendiciones que Dios les otorgaba por hacer el bien), pero Gn 6,3 presenta una inserción de una idea ajena al pensamiento yahvista de Gen 6. Esta idea, de la fuente sacerdotal típica de Gen 5, añade que por la unión de mujeres y seres celestiales, el hombre cayó de la gracia de Dios (se redujeron sus años a un máximo 120 de vida en total, que será por cierto la edad de Moisés al morir). Por tanto, el relato simplemente quiere decir que la humanidad creó un desequilibrio que involucró lo divino y lo terreno. ¿Cómo? El autor lo da a entender creando un relato escandaloso: la idea de que mujeres (trasfondo machista yahvista) se unieron voluntariamente a seres celestiales, llamados “Hijos de Elohím” (hijos de Dios o hijos de los dioses), los cuales, eran dioses o semidioses, según la mentalidad ugarítica, pero aquí son tomados por ángeles según la reinterpretación yahvista.

Conclusión


Gn 6, 1-4 es simplemente un texto etiológico sobre el origen de la corrupción social humana que tiene dimensiones enormes, de consecuencias trascendentes, pues incluye al mundo divino, representado en los “hijos de Elohím”. Es obvio por tanto, que la humanidad pueda salvarse a sí misma. El diluvio será simplemente la imagen de la imposibilidad de autorredención humana y social. El hombre requiere de Dios y solo la humildad, como la de Noé, permitirá la escucha de la Palabra Divina, única capaz de dar vida y esperanza.


Bibliografía:

Sitchin, Zacarías, Hubo gigantes en la Tierra: dioses, semidioses y ancestros humanos: La evidencia de un Adán extraterrestre, Ed. Obelisco, España 2010.


Farmer, William R. (dir), Comentario Bíblico Internacional, Verbo Divino, Estella 1999.


Delcor, M., “Caída de los ángeles y origen de los gigantes en la apocalíptica judía” en Mito y tradición en la apocalíptica judía, Cristiandad, Madrid 1977, 67-139.




NOTAS:

El texto bíblico está tomado de la edición Dios habla hoy, de las Sociedades Bíblicas Unidas, edición con Deuterocanónicos.

La película Avatar, de James Cameron, presenta una versión moderna o Midrásh de Gen 6,1-4, donde los avatar son híbridos de los habitantes de Pandora, con terminales cerebrales adaptadas al cerebro humano. En el fondo, se trata de la idea de creación de híbridos, primero a nivel molecular de los ADN de ambas especies, pero que suscita la posibilidad de una unión sexual entre los protagonistas (humano y extraterrestre), generando así un desequilibrio en las relaciones entre seres celestiales (humanos) y seres aborígenes (los habitantes de Pandora). La guerra que se da entre ambas especies simboliza el caos moral en que ambas especies caen y generan una red de situaciones destructivas para ambos.

Este tipo de historias siempre tendrán éxito en la historia de la literatura y del cine, pues la idea de la unión sexual entre seres celestiales y seres nativos siempre ha llamado la atención. Recordemos que las incontables obras de arte de la relación entre Psyche y Cupido han enamorado a millones de estetas en la historia. Se trata de imágenes fuertemente cargadas de erotismo y por lo mismo, enormemente sugestivas. Detrás de todo ese arte se sigue manejando el aspecto emotivo que suscita la idea de la unión íntima entre lo celestial y lo humano. Cupido viene asociado a la idea de un "ángel" por la forma en que es representado, mientras que Psyche, viene asociada a la idea de una "mujer hermosísima", que plasma el ideal estético de mujer.

Finalmente, si nunca habías leído este texto bíblico, podrías empezar por sentarte un ratito y leer con espíritu crítico tu Biblia. Cada día se aprende algo nuevo.

Este artículo tiene Derechos Reservados a nombre del autor Ricardo Aguilar Hernández.

lunes, 10 de enero de 2011

Los errores históricos del Evangelio de la Noche Buena, tomado de san Lucas

Los errores históricos del Evangelio de la Noche Buena, tomado de san Lucas
Pbro. Lic. Ricardo Aguilar Hernández

Es hermoso el texto donde san Lucas nos habla del famoso edicto del Emperador César Agustusto donde mandó hacer un censo imperial, lo cual fue, según el evangelio de san Lucas, el pretexto histíórico que permitió que Jesús naciera en Belén de Judá. Pero.... ¿es eso cierto?

En este artículo presentamos las dificultades históricas de dicho relato y la solución que se le da desde el enfoque de una Teología Bíblica.


1. Dificultades del texto
Lc 2,1-14

Sobre la datación que da Lucas.


Publio Sulpicio Quirino fue un miembro del senado de Roma y cónsul. Tras la destitución de Arquelao, hijo de Herodes I el Grande, en Judea, Quirino llegó a Siria, enviado por el Emperador César Augusto, para hacer un censo de los bienes con vistas a establecer el impuesto regional para Roma. Con él fue enviado Coponio, para gobernar a los judíos. Como Judea había sido anexionada a Siria, Quirino la incluyó el gran censo regional. Pero tal censo no tocó a Galilea, sino solamente las provincias de Judea y Siria y no requirió el traslado masivo de gente, sino solo de los que hicieron el censo. Estos datos sí están registrados en una lápida que se conserva en Israel y Josefo la menciona.

El gran censo regional tuvo lugar 37 años después de que Octavio derrotó a Antonio en la batalla naval de Accio. El día 2 de septiembre del año 6 de nuestra era, (según Flavio Josefo) Quirino ordenó hacer el censo en toda Siria. Puede ser que este censo sea el mencionado en el Evangelio de Lucas (Lc 2,2) como previo al nacimiento de Jesús, pero el Evangelio de Mateo afirma que Jesús nació durante el reinado de Herodes el Grande (Mt 2,1). Lo cierto es que Herodes el Grande murió 10 años antes de la realización del censo de Quirino, así que ahí ya se complicó todo si deseamos confirmar los datos históricos que ofrece san Lucas.

El historiador judío Flavio Josefo (Ant. XVIII 1), afirma que el censo regional de Quirino pareció suscitar una revuelta armada de los judíos, dirigida por Sadoc y Judas el Galileo, natural de Gamala.

Algunos autores quieren creer que Quirino pudo haber estado ya antes en Siria, hacia el año 6 a. C., gobernando conjuntamente con Saturnino o con Quintilio Varo, y así pretenden armonizar la Historia con el relato de Lucas, pero no hay pruebas de ello.

El Censo, ¿“Universal”?


Tras ver los datos anteriores, tal parece que el emperador César Augusto nunca mandó hacer un censo universal. De haberlo hecho, ello hubiera implicado el traslado de millones de habitantes por todas las regiones del Imperio, lo que hubiera ocasionado un caos económico y comercial, tan solo para dar alimento y alojamiento a tanta gente. Por otro lado, los eventos de carácter global en el Imperio eran siempre registrados en lápidas y monumentos romanos. No existe en ninguna parte de lo que fue el Imperio Romano una sola lápida, inscripción y ni siquiera un escrito en papel que certifique que el Emperador César Augusto haya mandado hacer un censo de esas dimensiones.

1. Solución desde la Teología Bíblica ¿Cómo explicar esto?


Hemos de reconocer que los relatos bíblicos sobre el nacimiento de Jesús no fueron escritos para darnos coordenadas históricas precisas, como parece pretender san Lucas al inicio de su Evangelio (1,1-4), ni para enseñar historia. Los datos históricos lucanos son muy imprecisos. Los relatos sobre el nacimiento e infancia de Jesús, tanto en Lucas como en Mateo, fueron modificando datos históricos para sostener enunciados teológicos de los evangelistas como este: “Si Jesús era el Mesías, descendiente de David, debió haber nacido donde nació David, es decir, en Belén”. Por tanto, había que crear un relato justificante. Esta hipótesis es muy probable, pues para Marcos y Juan, todo parece indicar que Jesús era originario de Nazaret. En cambio, para Mateo, José y María ya vivían en Belén desde antes del nacimiento de Jesús (Mt 2), mientras que para Lucas, José y María vivían en Nazaret y, por el edicto imperial, tuvieron que trasladarse a Belén.


La verdad bíblica no reside en su historicidad, la cual nunca es comprobable al 100%, sino que reside en su capacidad de brindar un camino seguro de salvación. Por tanto, la verdad bíblica está orientada para nuestra salvación, aun siendo imposible de comprobar históricamente (Cfr. Dei Verbum 11).


El sentido del relato es lo que debe centrar nuestra atención, no su historicidad. Nunca se podrá probar si Jesús nació históricamente en Belén o en Nazaret, o si José y María vivían desde antes en Belén (Mt) o en Nazaret (Lc). Lo que importa es que Jesús era descendiente de David, por vía de José, y ello le merece ser reconocido como “Mesías, Hijo de David”. Las tradiciones más antiguas sobre el origen de Jesús coinciden unánimemente en que era conocido como “Hijo de David” y eso era más que suficiente para considerarle “Mesías de Israel”. Su lugar de nacimiento no fue tan importante para esas fuentes más antiguas del paleocristianismo. En Lc 1,69 dice Zacarías que “Dios ha suscitado un cuerno (una fuerza) de salvación en la Casa de David, su siervo”, según lo predicho desde antiguo por boca de los santos profetas. Sin embargo, la expresión “Bet-Dávid”, o sea, “Casa de David” es principalmente interpretada por el Antiguo Testamento como la “Dinastía de David”, no como su ciudad de origen: Belén.

En cuanto a los ángeles.


Para san Lucas, los ángeles son más que nada, expresiones de la acción de Dios en la historia. A san Lucas no le interesa crear un tratado de angelología en que confirme que los ángeles son “espíritus puros”, como afirmaban los griegos. Lo importante es que los ángeles se definen en virtud de las funciones que desarrollan. Aquí, en el nacimiento de Jesús, los ángeles llevan un mensaje (pues a;ggeloj en griego significa mensajero), acerca de la Gloria de Dios que se ha manifestado en el niño recién nacido. En ese bebé se ha hecho presente Dios como “El fiel a su Pueblo” y decidido a salvarlo, es decir, a asociarlo a su vida divina, en calidad de “familia”.

Conclusión:


El relato lucano que hemos escuchado debe ser interpretado desde el Espíritu en que fue escrito y no desde la sociología o la historiografía. Lo importante no es reducirnos ni al Jesús Histórico, ni al Cristo de la Fe, sino comprender la Identidad Narrativa de Jesús, que es la síntesis de las otras dos ideas (Tesis y Antítesis). El nacimiento de Jesús, en medio de precariedades, nos indica que Dios irrumpe en la historia del hombre, que lo hace en modo sencillo y humilde, sin trompetas ni platillos. Dios viene a nuestra vida en lo sencillo, en lo tierno, en un modo inesperado, pero sólo quien sabe atender los signos de Dios, podrá, con humildad, reconocer la presencia salvífica de Dios en la historia. El hombre es incapaz de ello por sí solo; siempre requiere de la guía sobrenatural de Dios, del anuncio dado desde lo alto (dimensión divina simbolizada por los ángeles) para enfocarse en lo revelado y adorar el Misterio, asumiendo compromisos a favor de la vida.

Bibliografía

Libros:


EHRMAN, Bart, D., Jesús, el profeta apocalíptico, Paidós, Buenos Aires, 2001.
GESCHÉ, Adolf, Jesucristo, Sígueme, Salamanca, 2002.
PENA, J.C., Jesús como historia, Ed. San Benito, Buenos Aires, 2005.
SANDERS, E.P., La figura histórica de Jesús, Verbo Divino, Estella, 2000.
MEIER, John P., Jesús, un judío marginal, Tomo I, Verbo Divino, Estella 2002.


Conferencia:

LOZA, José, “Las teofanías del Antiguo Testamento” en Actas do Congresso Internacional de Fátima: Fenomenologia e Teologia das aparicoes, Fátima 1998.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Ensayo


Cómo elaborar una Pastoral Bíblica en las parroquias

por Ricardo Aguilar Hernández
Licenciado en Teología Bíblica


Hace unos días leín un artículo del padre chihuahuense Camilo Daniel Pérez, intitulado “Características de una lectura pastoral, popular y cristiana de la Biblia” y me pareció muy interesante su aportación. Sin duda, el gran sacerdote promotor de los derechos humanos tiene una agudísima visión de pastoral bíblica.


Siguiendo la línea de tal escrito, considero que a estas alturas de la situación social de México y, dado el gran divorcio entre fe y vida que se da en muchos miembros de nuestras comunidades parroquiales, no está demás dar una aportación al respecto de cómo pienso que se podrían reorganizar las estructuras y contenidos de una pastoral bíblica actualizada. Lo hago a manera de ensayo en tres secciones. Este ensayo presenta algunas sugerencias para crear una pastoral bíblica significativa en las parroquias.


El ensayo comprende tres secciones:


1. Fundamentos generales de la Pastoral Bíblica.
2. Modos de trabajo de la Pastoral Bíblica.
3. Propuesta para una relectura que reprograme el pensamiento y la vida emocional de los lectores de la Palabra.

1. Fundamentos Generales

Primero que nada, considero que cada sacerdote debe que tener claro el objetivo de una pastoral bíblica: Proporcionar a los fieles cristianos la enorme riqueza de la Palabra de Dios contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia.

Tomando los elementos del método prospectivo, vale la pena partir de nuestra situación actual y eso surge del estudio de los hechos. Notamos cómo la mayoría de nuestras comunidades viven al margen de la Palabra de Dios, pero la Sagrada Escritura es patrimonio de todo el pueblo de Dios, por lo que precisa devolverle al pueblo lo que le pertenece: La Palabra de Vida.

La Escritura Sacra no es instrumento de consolación en los pesares ni de erudición de los estudiosos, sino un instrumento eficaz de evangelización y de liberación de los criterios mundanos, para poder vivir unidos al proyecto de Dios: ser familia con Él.

Como hizo Jesús en su tiempo, es fundamental para la vida de la Iglesia, devolver la Palabra de Dios al pueblo. Se trata de hacerla accesible a todos, también mediante parábolas, comparaciones y ejemplos sencillos tomados de la vida cotidiana y que permitan a la gente comprender mejor el mensaje bíblico.

Cuando una persona de una comunidad toma la Biblia y la interpreta desde el Espíritu en que fue escrita, ilumina su vida personal y aporta una luz más penetrante para quienes viven condiciones semejantes a la de ella. Esto es motivo de gran alegría porque vemos cómo se realiza la interpretación de la Biblia desde la misma Iglesia.

Con la Biblia interpretada desde el pueblo, se iluminan nuestros criterios de juicio, nuestros valores y nuestros ambiente, de modo que detectamos con facilidad los modelos de vida contrarios a la Palabra de Dios y al proyecto salvífico de Dios en Cristo (Cfr. EN 19).

Con el Evangelio transformemos la cultura del pueblo. El objetivo final es estar familiarizados con la Escritura, lograr la unión plena entre fe y vida. Para ello, se requiere un compromiso eficaz para hacer presentes los valores y criterios del Reino, así como defender los derechos humanos y suscitar el cambio de mentalidad para que las personas sean más productivas y no pierdan tanto tiempo quejándose de las condiciones sociales y económicas. Es cierto que hay mucha injusticia en el mundo de la economía, de la política y de lo social, pero quejarnos de todo no soluciona nada.

Tenemos estudios de sobra que nos permiten ver la magnitud de la crisis económica, de la reducción del gasto social, del retiro de subsidios, de los bajos salarios, etc. Todos sabemos sobre la impunidad de funcionarios públicos, de los narcos, etc. Todos somos conscientes de la inseguridad social, tan global. Pero seguir rasgándonos las vestiduras no hará sino aumentar la sensación de impotencia ante tanta injusticia. Hemos de trabajar ya.

Dios ama a cada persona como si fuera lo único de la creación, pero nos ama en comunidad también. En la Palabra de Dios, Él se muestra como defensor de los débiles, de las viudas y de los huérfanos. En el Nuevo Testamento, Jesucristo es la presencia misma de Dios, que se manifiesta solidario con cada persona y al reprogramarla en su interior, la hace promotora de la vida, del respeto y de la transformación social. Esto es lo que habría que impulsar en el pueblo que para que interprete la Escritura.

El primer paso es escuchar la Palabra, dentro de nuestro contexto, pero con fidelidad metodológica, para comprender lo que el Espíritu quiere decir a las iglesias locales. En la ecucha de la Palabra, podremos tener la continua experiencia de Jesús, Palabra Encarnada.

Experimentemos al Señor como amigo y compañero de camino en la vida, leamos la Escritura con un enfoque liberador, dejemos que Dios reprograme nuestras mentes, nuestros sentimientos, que logre en nosotros la superación de criterios mundanos y forjemos otros más humanos y solidarios. Proclamemos la Palabra en armonía con la intención de la tradición de la Iglesia: iluminar la vida de los fieles, que son la Iglesia.

No hay nada más emocionante que captar y experimentar la novedad de la vida de Cristo en nuestra vida presente, así como el comunicarla a otros para colaborar en la transformación social. Eso es luchar por el Reino, por hacerlo tangible en el presente, que es lo único que tenemos. La Palabra de Dios reprograma nuestra mente, nuestras emociones y acciones, revoluciona nuestras costumbres, da cohesión y novedad a nuestra vida desde Dios. Leamos nuestra condición personal, comunitaria y nacional desde la perspectiva de Aquel a quien pertenece la Historia, pues ante Dios, el presente, pasado y futuro están unidos. El tiempo es para él, un eterno presente.

Una parte fundamental en el camino de la conversión es la toma de conciencia de que Dios conoce de antemano todos nuestros pecados y todas nuestras limitaciones y, no obstante, nos confía sus misterios, su Vida, su Palabra, su proyecto de salvación, de conformar una familia en torno a Su Amor.

Actitudes que hemos de suscitar en el pueblo
para leer y encarnar la Palabra de Dios.

Lo esencial de leer la Biblia en comunidad no es llegar a ser expertos en exégesis, sino en gozar de los beneficios de la vida que ésta produce. Ahí descubrimos cómo la Palabra de Dios da vida en abundancia a quien la medita, pero lo hace durante el proceso de meditarla, no como resultado de un esfuerzo exigente.

Para que los lectores saquen provecho de la Palabra, es necesario que primero vean sus vidas con agradecimiento, que vean cúanto ama Dios la vida de cada uno y cómo incluso los momentos duros forman parte del hermoso mosaico que es la vida. Nuestra vida es un proceso y hay que tomarla como tal. La Palabra de Dios nos transforma, pero con un ritmo. Leyendo la Biblia de cara a la vida nos permite encarnarla, hacerla vida en acciones de amor, de justicia, de convivencia humana y de solidaridad, aun cuando haya tantos conflictos sociales e inseguridad. La Palabra de Dios nos lleva a amar la vida, a darle dinamismo, como Jesús lo hizo.

Lo importante no es pretender lograr todas nuestras metas desde un enfoque espiritual, sino gozar del proceso. Darnos cuenta de las personas en que nos convertimos cuando vivimos nuestros procesos desde Dios, desde su Palabra.

La Palabra de Dios es el tesoro que Él depositó en las manos de su Iglesia, de sus creyentes. Todos somos intérpretes de la Biblia y la eficacia de nuestra interpretación depende completamente de nuestra actitud humilde ante el Espíritu Santo, autor divino de la Escritura. Al dejar de aferrarnos a las cosas y a los criterios de este mundo, nos capacitamos para escuchar e interpretar la Palabra divina y así, generar cambios en nuestra existencia. Sólo entonces podremos interpretar la Escritura desde el Espíritu que la inspiró, valiéndonos incluso de la analogía de la fe (Rom 12,6), que es la “cohesión de las verdades de la fe entre sí y en el proyecto total de la revelación” DV 12).

Todos los fieles pueden comprender la verdad revelada y transmitirla, pero la eficacia de tales acciones dependerá de la relación íntima que los fieles tengan con Dios. El pueblo tiene una gran intuición y goza de este “sentido de la fe”, que no puede ser menospreciado por parte de biblistas o sacerdotes que se sientan más eruditos por los estudios teológicos que realizaron. El pueblo, guiado por el Espíritu Santo y por el Magisterio de la Iglesia, puede comprender el mensaje liberador de la Palabra divina. Toda persona que lea la Biblia es lector implícito de la misma y podrá intuir con la fe, el mensaje salvífico y liberador que Dios le propone.

Busquemos hacer en nuestras comunidades verdaderos Oyentes de la Palabra, que estén atentos a la percepción de la fe, abiertos a lo que intuyan que viene de Dios.

La lectura comunitaria de la Escritura Sacra es el espacio para la auténtica lectura católica de la Palabra de Dios, pues la Biblia ha de leerse en comunidad, con el alma del pueblo, con apertura y sentido de comunidad. Además, la Palabra de Dios está contenida en el texto sagrado y en la Tradición viva de la Iglesia. Esta Tradición es básica para comprender la Escritura en su propio contexto originario y teológico. La Tradición será el espacio vital de interpretación del texto sagrado. La Tradición es el testimonio de la vida cristiana, de la vivencia litúrgica y sacramental, de la enseñanza del Magisterio eclesiástico, durante ya dos milenios. Explicar la Biblia sólo será posible desde la experiencia de Dios en nuestra vida personal y comunitaria, no desde los instrumentos exegéticos del mundo árido de la erudición. Procuremos enseñar a los fieles a leer la Escritura en continuidad histórica con todos los santos y con los Padres de la Iglesia, que escucharon y anunciaron al Dios vivo y verdadero en su tiempo histórico.

Demos una ayudadita práctica a todo esto:
Fundemos las premisas para una lectura comunitaria y fiel de la Palabra:

1. La Biblia se escribió en contextos comunitarios, en los que los escritores y su pueblo tomaron conciencia de ser “pueblo de Dios”. Eso nos permite comprender por qué en la Biblia aparecen varias alianzas (con Moisés, Josué, David, Cristo). Quienes detrás de las palabras de la Biblia tuvieron esas experiencias impactantes del Dios que dio unidad al pueblo, nos legaron una confesión: Yahvé lo sacó de la tierra de servidumbre, los liberó y los constituyó en “pueblo de su propiedad”. La finalidad de la liberación del pueblo fue doble: para que le rindiera culto a Dios y para que éste les diera una tierra, prometida ya a los patriarcas. Esta lectura nos permite descubrir cómo la Escritura es testimonio desde el enfoque de los pobres y marginados que ahora gozan de un status nuevo de “Pueblo de Dios”. La Biblia es el patrimonio de todo el pueblo en cuanto se siente constituido por su Señor.


2. Leer la Biblia no es un acto de investigación antropológica del pasado, sino el modo de iluminar nuestro presente en el mundo. La Palabra de Dios nos da identidad como Pueblo y nos coloca en continuidad con la tradición de un pueblo que se sabe “escogido por Dios”. Sólo así comprendemos el lenguaje histórico, mítico o simbólico de la Escritura en sus diversos libros. El lenguaje de la Biblia nos impulsa a inculturar su mensaje en el hoy. Lo importante es que la gente capte la verdad liberadora de la Palabra, su vitalidad y su forma de darle sentido pleno a nuestra peregrinación por este mundo.


3. La Dei Verbum nos recuerda que la Biblia ha de ser interpretada con el mismo Espíritu con que fue escrita. El objetivo de una interpretación no es sólo comprender nocionalmente, sino interiorizar y hacer vida el mensaje. De ahí la importancia de implorar la presencia y asistencia del Espíritu Santo y tener en cuenta algunos criterios de discernimiento que nos permitan hacer una lectura guiada por el Espíritu de Dios:


3.1. Todo texto bíblico nos conduce al encuentro con el Padre de Nuestro Señor Jesucristo. Lo experimentamos como un Dios liberador, solidario y defensor de los necesitados a través de hechos históricamente comprobables. Este Dios supera toda idolatría, pues las idolatrías oprimen al hombre, lo enajenan y destruyen su humanidad.


3.2. Leer la Biblia con el Espíritu que la escribió nos lleva a actuar, a adquirir compromisos de Vida Eterna con Dios y con el pueblo. Se trata de vivir según el Espíritu de Dios, liberándose de los criterios mundanos. Todo personaje lleno del Espíritu de Dios en la Biblia, fue comprometido con el pueblo, luchando por liberarlo de modos concretos de opresión. El hombre y la mujer de Dios, comparten la vida, la fe y las defienden junto con el pueblo. Por ejemplo:


Moisés y los 70 ancianos (Num 11, 24-25).
Josué (Num 27,18).
Los jueces (Jue 3,10; 6,34).
Los profetas (Is 61,1-2).
Saúl (1Sam 10,1).
David (1Sam 16,13).
Los discípulos (Jn 20,22).


Todos ellos vivieron según el Espíritu, compartiendo los sentimientos de Dios, las actitudes y opciones de Jesús (Lc 4,18-21). San Pablo recomienda vivir según el Espíritu (Rom 8,4.9.14; Gal 5,16-25). La lectura meditada de la Escritura nos permite vivir la vida de hijos de Dios, en santidad y justicia en la presencia del Padre, todos nuestros días (Lc 1,74-75). Quien se adentra a esto, automáticamente va dejando atrás la vida según el mundo.

Cómo leer pastoral y comunitariamente la Biblia?


1. Introducir el texto al corazón de la gente.


Este paso está fundamentado por la exégesis católica, pues los exegetas tienen como tarea, estudiar y explicar la Palabra de Dios para ofrecernos sus riquezas y ponerlas a disposición de los pastores y de los fieles. Todo sacerdote que ama al pueblo, le alimenta su fe al participarles, en lenguaje sencillo, los resultados de las investigaciones de los exegetas, que permiten sacarle jugo a la riqueza contenida en la Palabra de Dios. Es fundamental que los sacerdotes estén actualizados en los resultados de la investigación científica de la Biblia. La exégesis científica ayuda a captar las etapas y relecturas de la Biblia.

2. Hacer que la Escritura ilumine el camino del pueblo.


Una vez que la gente sintoniza con el texto y se siente familiarizada con él, siente empatía. El texto bíblico forma parte de la historia de las personas y las orienta para identificarse, promoverse y tomar conciencia de ser pueblo de Dios. En la lectura meditada de la Palabra de Dios, las personas releen sus vidas y perciben en la Palabra una iluminación eficaz para descubrir el sentido de su existencia.

3. Inducir la Escritura por la fe.


Hemos de partir de una certeza: Dios está con nosotros, por amor. Así como condujo a su pueblo en el pasado, lo sigue haciendo hoy. Esta es la meta-intuición que está detrás de toda lectura de la Palabra.. Así como Dios estuvo allí, mediante la Palabra el lector toma conciencia de la presencia de Dios en la vida presente. Esto le da sentido y esperanza a su vida, que viene contemplada dentro de la gran historia de salvación. Dios sigue dinamizando la vida del lector creyente. Dios actúa en la vida de cada uno, hoy. La gente busca en la Palabra al Dios que se manifiesta en ella. El texto bíblico ilumina los corazones de quienes buscan al Señor y les permite percibirlo, experimentarlo y degustarlo, sumergiéndose en la presencia amorosa de Dios.

4. Experimentar el mensaje bíblico como presencia de salvación para todos.


En los relatos de la Biblia se nos da un sentido de salvación. Cada vez que los leemos, nos dan nuevo significado a lo que vivimos en el presente. Este nuevo significado surge del texto que nos ilumina y que crea una continuidad de la intención divina de hacernos a todos familiares suyos. Los relatos bíblicos son, junto con nuestras historias personales, gotas del gran río de la historia humana a los ojos de Dios. Este río es el único pueblo de Dios, a lo largo de los milenios. Desde la fe, cada uno y todo el pueblo, puede releer su vida como memorial de la presencia salvífica de Dios en medio del mundo.

5. Descubrir el mensaje de la Palabra como Creadora de Libertad.


Por todo lo anterior, el texto bíblico es descubierto por el mismo pueblo, como creador de libertad en las circunstancias mismas que vive la gente: situaciones de pobreza, marginación, etc., y les infunde esperanzas y anhelo de la gracia del amor divino que nos libera de toda opresión.

Son muchas las aproximaciones que pueden ayudar a este propósito: aproximaciones desde las ciencias sociales, desde la psicología social, desde la antrpología cultural, desde los métodos exegéticos de la pragmalingüística, la retórica y la semiótica. Sin embargo, tales metodologías son presentadas en las aportaciones de los exegetas y han de ser estudiadas por los pastores para tomar de ellas elementos necesarios para introducir a los fieles en el conocimiento del sentido literal de los textos bíblicos y así, evitar lecturas parciales.

Cuando hay fidelidad en el trabajo por conocer el sentido literal de un texto bíblico, habrá fidelidad en el intento de actualizar el sentido de la Palabra para el hombre del aquí y ahora.

Continuará…

Bibliografía

Constitición Dei Verbum del Conciclio Ecuménico Vaticano II.
Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, Pablo VI, 1975.
Camilo Daniel Pérez, “Características de una lectura pastoral, popular y Cristiana de la Biblia”.

domingo, 27 de septiembre de 2009

"La verdad los hará libres" (Jn 8,32)


“La verdad los hará libres” (Jn 8,32)

Reflexión en torno al hombre y su autenticidad de vida
Autor: Lic. Ricardo Aguilar Hernández

Cuando Jesús dijo las palabras “las verdad los hará libres”, lo dijo en un contexto de una controversia con los judíos, que se pretendían poseedores de la verdad revelada completamente por Dios.

Hoy día, habitamos un mundo lleno de hombres y mujeres confundidos, es decir, que están tan volcados sobre su afán de autoafirmar su personalidad (mas no su esencia de ser personas), que se pierden en las vaguedades del ser. El humano confundido es aquel que se abandona a su propio ego a tal grado, que se cree “medida de todas las cosas”, pero al ver que las cosas no se someten a su despótica presunción, se da cuenta de que ha perdido el piso, ha perdido la medida de la proporción de su estar ante el mundo. El hombre confundido es aquel que no sabe para qué nació, que no comprende para qué vive, que no sabe en fin, el “para qué” de la vida. Encima de todo, como no aprecia el valor de la meditación, se pierde más cuando se deja envolver por un sinfín de distracciones banales.

 
El hombre confundido es la esencia del hombre occidental u occidentalizado. Es aquel que ya no valora nada, ni su propia vida y, por eso, se afana en los llamados “deportes extremos” en los que busca llenar, a golpes de adrenalina, su vacío existencial. El hombre confundido también se arroja a la espiral interminable del conflicto con los demás, pues inconscientemente proyecta su conflicto interno y, como le parece insoportable, busca siempre culpables. Como esta técnica de huída del vacío le proporciona cierta satisfacción, crea una cultura de la cacería de brujas y en toda situación adversa busca culpables. De ahí que incluso hasta de un terremoto, una inundación, huracán o cualquier eventualidad producida por la madre naturaleza, el hombre confundido busca autoafirmarse buscando en los demás, culpables que le paguen por su propia calamidad. Así es como surgen por todos lados culturas neuróticas, apresadas por su propia patología psicótica.


El hombre confundido tampoco aprecia el mundo del arte, ni las culturas. Pretende rebelarse contra toda raíz cultural, tachándola de “superstición de los ancestros” y quiere suplantar su identidad cultural mediante la vanagloria del cientificismo, pues cree que las ciencias empíricas son la panacea de lo inteligible. El hombre confundido se permite pisotear la pobreza del que vive en la miseria, le cierra la mano al que le pide ayuda, se jacta de saber más que los así llamados “ignorantes”, pero no se presta, no se entrega, viviendo sólo para sí.

El hombre confundido vive como vil prisionero de sus ideas pragmáticas de las que sólo busca valerse para “darse valor”. En realidad, sufre la cárcel de su propio dogmatismo egolátrico. El hombre que vive en tal estado, cree que el dinero es “oportunidad para gozar”, pero en realidad, ¿qué tipo de goces proporciona el dinero? Sólo goces pasajeros. El hombre confundido se desvive en el trabajo para tener dinero, es decir, para tener oportunidades de goce fugaz, pues al final de la vida, con nada se queda. Su dinero no lo salva de caer en la fosa.


El hombre confundido niega la religión, niega una vida eterna, niega la posible existencia de un Dios, porque se cree él mismo “medida” del mundo. Al negar un sentido trascendente a su vida, el hombre cae en una mayor confusión cuando se da cuenta de que él mismo no es eterno. Muchos hombres confundidos caen en la desesperación de llegar a ser “no-ser” en la muerte y, por tanto, encuentran en la mal llamada eutanasia, un camino de huída a su propia vaciedad, al sentirse desnudos ante el misterio de la muerte y del dolor.


Jesús, en cambio, dijo: “la verdad los hará libres” y tales palabras son una invitación a recibir humildemente el misterio del Hijo del hombre, el misterio de la revelación de un Dios que es omnipotente en virtud de su Ternura. La verdad de la que habla Jesús es Él mismo, es la revelación amorosa de Dios, que sale al encuentro del hombre, para unirlo a su vida divina.

La libertad que promete Jesús es el estado de plenitud humana al que nos llama aquél que nos creó dándonos un corazón con sed de eternidad. La libertad consiste en romper con los criterios mundanos, propios del hombre confundido, para poder así tener plenitud de decisión con el fin de orientar la propia existencia como “don para los demás”, con plena responsabilidad de las propias acciones así como para sentirse responsable de aquello que los interlocutores hacen. ¿Por qué esto? Porque si asimilo la verdad de que soy presencia del amor tierno de Dios en el mundo, no puedo quedarme inerte ante el vacío existencial que puede vivir mi interlocutor en el mundo. Si mi vida no logra ser “apelación” o “llamado” de Dios para esa persona que es mi interlocutor, entonces no soy significativo para esa persona. Mi vida y mi presencia ante él no le dicen nada. Le da igual si vivo o no, le da igual si hay Dios o no, le da igual tener un sentido por el cual vivir o no.


Por eso, sólo la meditación es el camino para encontrarme con la plenitud de la ternura de Dios que habita en mi interior, para luego recrearme en tal ternura amorosa y bondadosa y después, ser así expresión divina en el mundo, ante cada hombre o mujer al que yo salga al encuentro. Eso es tener espíritu de “buen samaritano”. Al ser expresión del amor tierno y bueno de Dios para otra persona, a su vez, me permito enriquecerme por esa persona, por su forma de estar en el mundo, aunque sea una forma aparentemente ilusa. En el fondo, hasta los hombres y mujeres confundidos son morada del amor de Dios, pero no lo saben. Como son prisioneros de su propio afán de autoafirmación ante el mundo, no perciben la delicadeza de su dignidad más profunda. No se dan cuenta de que el Amor eterno, tierno y bueno de Dios habita en ellos y, por tanto, fácilmente se dejan atrapar por el miedo y la voracidad de las distracciones que ellos mismos generan en su mente y en su corazón.


Más allá de la meditación viene luego otra escala mayor: la contemplación, que se comprende sólo a la luz de la mística, del deseo ardiente y paciente a la vez, del Dios de la vida. El hombre místico es, por esencia, contemplativo. Vive la plenitud de su humanidad a través del ser “humus”, del ser humilde, pues sólo quien es humilde se predispone a recibir algo, a recibir un “plus” a su “humus”. El humilde es aquel que se coloca en las manos de Dios y camina en su presencia. Cuando el libro de Los Números dice que “Moisés era el hombre más humilde de la tierra” (Num 12,3), lo expresa en este sentido. Moisés, en su tiempo, fue el hombre que vivía siempre en las manos de Dios, que se confiaba a Dios totalmente, a pesar de sus limitaciones y temores. Moisés era el hombre que vivía a plenitud su conciencia de ser polvo ante Dios y ante los demás hombres. Sólo así preparó su interioridad para ser morada del Dios que afirmó ser el Fiel por excelencia.

Jesucristo va más allá de Moisés, pues viene más allá de él. Jesús es el Verbo que desde siempre ha habitado y habita en el seno del Padre, que ha contemplado a Dios cara a cara y él mismo es el rostro de Dios para el mundo. Jesucristo es el más humilde ser que ha deambulado sobre la tierra, porque su existencia eterna misma la ha recibido del Padre, que es fuente de la Trinidad. Jesús vive siempre de cara al Padre, contemplando al Padre y nada hace fuera de la voluntad del Padre. Su vida, su acción, su misión, las desarrolla en íntima unión con el Padre al grado de poder decir que es el Padre quien obra en él. Las obras (tá érgata) de Jesús, son las obras del Padre en el mundo (Cfr. Jn 10,32.37). La vida de Jesús es el modo concreto como el Padre se revela a la humanidad de modo pleno, mas no de modo exclusivo.

El ser humano que quiera vivir en plenitud, deberá abandonar sus pretensiones y criterios mundanos, deberá dejar atrás su condición de confundido para abandonarse al misterio de su propio ser que habita en su interioridad. El hombre que quiera darle sentido a su vida tendrá que lanzarse a los abismos profundos de su vida interior, de su corazón, de su aparente vacío. Ahí es donde encontrará su esencia más profunda, donde se encontrará cara a cara con el misterio de la vida, con el sentido de su existencia, con la presencia de Dios que desde siempre ha habitado en su corazón. Si esta disposición y acción la tuvieran todos, el mundo sería un paraíso auténtico. La humanidad viviría colmada de amor y solidaridad. Esta “utopía” es posible realizarse, pues si algunos la han logrado, es que todo ser humano puede lograrla también. Cuando uno vive esta dimensión de la existencia, goza de ello e inconscientemente autoriza a los demás a hacer lo mismo. Todo gurú, santo e iluminado en la historia de la tierra, nos ha querido decir esto, nos ha mostrado que en nosotros radica la posibilidad de vivir lo eterno en cada instante, la posibilidad de ser plenos en cada decisión que tomemos, en cada acción que realicemos. Eso es la libertad. Esa es la libertad a la que nos llama Jesús. Sólo así haremos realidad sus palabras en nosotros: “La verdad los hará libres”.